le di un golpe, mientras el niño me decía llorando: «Es de mi madre, que está enferma. Se le antojó una manzana, y mi padre ha ido á buscarla á Basrah, y esa y otras dos le han costado tres dinares de oro. Y yo he cogido ésa para jugar.» Y siguió llorando. Pero yo, sin hacer caso de sus lágrimas, vine con la manzana á casa, y se la he dado por dos dinares á mi ama más pequeña.»
Y Giafar se asombró de este relato, viendo sobrevenir tantas peripecias y la muerte de una mujer por culpa de su negro Rihán. Por tanto, dispuso que lo encerrasen en seguida en un calabozo. Y después, muy contento por haberse librado de la muerte, recitó estas dos estrofas:
Pero luego pensó otra cosa, y cogió al negro y lo llevó ante el califa, á quien contó la historia.
Y el califa Harún Al-Rachid se maravilló tanto, que dispuso se escribiese tal historia en los anales para que sirviera de lección á los humanos.
Entonces Giafar le dijo: «No tienes para qué maravillarte tanto de esa historia, ¡oh Comendador de los Creyentes! pues no puede igualarse á la del visir Nureddin y su hermano Chamseddin.»
Y el califa exclamó: «Y qué historia es ésa, más