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HISTORIA DE LA MUJER DESPEDAZADA...

por qué has cometido esa muerte? ¿Por qué la confiesas antes de que te obliguen á hacerlo á palos? ¿Por qué pides de este modo el castigo?» Entonces dijo el mancebo:


«Sabe, ¡oh Príncipe de los Creyentes! que esa joven era mi esposa, hija de este jeque, que es mi suegro. Me casé siendo ella todavía virgen, y Alah me ha concedido tres hijos varones. Y mi mujer me amó y me sirvió siempre, sin que tuviese yo que motejarla nada reprensible.

Pero á principios de este mes cayó gravemente enferma, y llamé en seguida á los médicos más sabios, que no tardaron en curarla, con ayuda de Alah. Y como desde el comienzo de su enfermedad no me había acostado con ella, y lo deseaba en aquel instante, quise que primero se diera un baño. Pero ella dijo: «Antes de entrar en el hammam, desearía satisfacer un antojo.» Y le pregunté: «¿Qué antojo es ese?» Y me contestó: «Tengo ganas de una manzana para olerla y darle un bocado.» Inmediatamente me fuí á la calle á comprar la manzana, aunque me costara un dinar de oro. Y recorrí todas las fruterías, pero en ninguna había manzanas. Y regresé á casa muy triste, sin atreverme á ver á mi mujer, y pasé toda la noche pensando en la manera de lograr una manzana. Al amanecer salí de nuevo de mi casa y recorrí todos los huertos, uno por uno, y árbol por árbol, sin hallar nada. Y he aquí que en el camino me encontré con un jardinero, hombre de edad, al