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HISTORIA DEL MANDADERO...

ro, devuélvele la tela.» Y exclamó: «¡Por Alah! No quiero tomar nada de vosotras. Todo eso os lo regalo. En cambio, ¡oh hermosa joven! concédeme un beso, sólo un beso. Porque yo doy más valor á ese beso que á todas las mercancías de mi tienda.» Y la vieja le dijo, riéndose: «¡Oh guapo mozo! Locura es considerar un beso como cosa tan inestimable.» Y á mí me dijo: «¡Oh hija mía! ¿has oído lo que dice este joven mercader? No tengas cuidado, que nada malo ha de pasar porque te dé un beso únicamente, y en cambio, podrás escoger y tomar lo que más te plazca de todas esas telas preciosas.» Entonces contesté: «¿No sabes que estoy ligada por un juramento?» Y la vieja replicó: «Déjale que te bese, que con que tú no hables ni te muevas, nada tendrás que echarte en cara. Y además, recogerás el dinero, que es tuyo, y la tela también.» Y tanto siguió encareciéndolo la vieja, que hube de consentir. Y para ello, me tapé los ojos y extendí el velo, á fin de que no vieran nada los transeuntes. Entonces el joven mercader ocultó la cabeza debajo de mi velo, acercó sus labios á mi mejilla y me besó. Pero á la vez me mordió tan bárbaramente, que me rasgó la carne. Y me desmayé de dolor y de emoción.

Cuando volví en mí, me encontré echada en las rodillas de la vieja, que parecía muy afligida. En cuanto á la tienda, estaba cerrada y el joven mercader había desaparecido. Entonces la vieja me dijo: «¡Alah sea loado, por librarnos de mayor desdicha!» Y luego añadió: «Ahora tenemos que volver á casa.