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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

consuelo, nuestro orgullo! Y para honrarme, recitó estos versos del poeta:


¡Si las piedras de la casa hubiesen sabido la visita de huésped tan encantador, se habrían alegrado en extremo, inclinándose ante la huella de tus pasos para anunciarse la buena nueva! ¡Y exclamarían en su lengua: «¡Ahlan! ¡Ua sahlan! ¡Honor á las personas adornadas de grandeza y de generosidad!»


Luego se sentó, y me dijo: «¡Oh hermana mía! He de anunciarte que tengo un hermano, que te vió cierto día en una boda. Y este joven es muy gentil y mucho más hermoso que yo. Y desde aquella noche te ama con todos los impulsos de un corazón enamorado y ardiente. Y él es quien ha dado dinero á la vieja para que fuese á tu casa y te trajese aquí con el pretexto que ha inventado. Y ha hecho todo esto para encontrarte en mi casa, pues mi hermano no tiene otro deseo que casarse contigo este año bendecido por Alah y por su Enviado. Y no debe avergonzarse de estas cosas, porque son lícitas.»

Cuando oí tales palabras y me vi conocida y estimada en aquella mansión, le dije á la joven: «Escucho y obedezco.» Entonces, mostrando una gran alegría, dió varias palmadas. Y á esta señal, se abrió una puerta y entró un joven como la luna, según dijo el poeta: