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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Así transcurrió otro año entero, y al terminal éste, pensé fletar una nave cargada de mercancías y marcharme á comerciar á Basrah[1]. Y efectivamente, dispuse un barco, y lo cargué de mercancías y géneros y de cuanto pudiera necesitarse durante la travesía, y dije á mis hermanas: «¡Oh hermanas! ¿Preferís quedaros en mi casa mientras dure el viaje hasta mi regreso, ó viajar conmigo?» Y me contestaron: «Viajaremos contigo, pues no podríamos soportar tu ausencia.» Entonces las llevé conmigo y partimos todas juntas.

Pero antes de zarpar había cuidado yo de dividir mi dinero en dos partes; cogí la mitad, y la otra la escondí, diciéndome: «Es posible que nos ocurra alguna desgracia en el barco, y si logramos salvar la vida, al regresar, si es que regresamos, encontraremos aquí algo útil.»

Y viajamos día y noche; pero por desgracia, el capitán equivocó la ruta. La corriente nos llevó hasta un mar distinto por completo al que nos dirigíamos. Y nos impulsó un viento muy fuerte, que duró diez días. Entonces divisamos una ciudad en lontananza, y le preguntamos al capitán: «¿Cuál es el nombre de esa ciudad adonde vamos?» Y contestó: «¡Por Alah que no lo sé! Nunca la he visto, pues en mi vida había entrado en este mar. Pero, en fin, lo importante es que estamos por fortuna fuera de peligro. Ahora sólo os queda bajar á la ciudad y ex-

  1. Bassora.