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HISTORIA DEL MANDADERO...

te, comeréis sus frutos conmigo, nuestra vida será respetable y honrosa, y ya no nos separaremos.» Y las retuve en mi casa y en mi corazón.

Y he aquí que las colmé de beneficios, y estuvieron en mi casa durante un año entero, y mis bienes eran sus bienes. Pero un día me dijeron: «Realmente, preferimos el matrimonio, y no podemos pasarnos sin él, pues se ha agotado nuestra paciencia al vernos tan solas.» Yo les contesté: «¡Oh hermanas! Nada bueno podréis encontrar en el matrimonio, pues escasean los hombres honrados. ¿No probasteis el matrimonio ya? ¿Olvidáis lo que os ha proporcionado?»

Pero no me hicieron caso, y se empeñaron en casarse sin mi consentimiento. Entonces les di el dinero para las bodas y les regalé los equipos necesarios. Después se fueron con sus maridos á probar fortuna.

Pero no haría mucho que se habían ido, cuando sus esposos se burlaron de ellas, quitándolas cuanto yo les di y abandonándolas. De nuevo regresaron ambas desnudas á mi casa, y me pidieron mil perdones, diciéndome: «¡No nos regañes, hermana! Cierto que eres la de menos edad de las tres, pero nos aventajas en razón. Te prometemos no volver á pronunciar nunca la palabra «casamiento». Entonces les dije: «¡Oh hermanas mías! Que la acogida en mi casa os sea hospitalaria. A nadie quiero como á vosotras.» Y les di muchos besos, y las traté con mayor generosidad que la primera vez.