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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

me los traes, que ya veremos lo que se hace.» Y Giafar ejecutó estas órdenes.

Entonces entró en su palacio el califa, pero no pudo dormir en toda la noche. Por la mañana se sentó en el trono, mandó entrar á los jefes de su Imperio, y cuando hubo despachado los asuntos y se hubieron marchado, volvióse hacia Giafar y le dijo: «Tráeme las tres jóvenes, las dos perras y los tres saalik.» Y Giafar salió en seguida, y los puso á todos entre las manos del califa. Las jóvenes se presentaron ante él cubiertas con sus velos. Y Giafar les dijo: «No se os castigará, porque sin conocernos nos habéis perdonado y favorecido. Pero ahora estáis en manos del quinto descendiente de Abbas, el califa Harún Al-Rachid. De modo que tenéis que contarle la verdad.»


Cuando las jóvenes oyeron las palabras de Giafar, que hablaba en nombre del Príncipe de los Creyentes, dió un paso la mayor y dijo: «¡Oh Emir de los Creyentes! Mi historia es tan prodigiosa, que si se escribiese con una aguja en el ángulo interior de un ojo, sería una lección para quien la leyese con respeto.»


En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.