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HISTORIA DEL MANDADERO...

palacio magnífico, todio de cobre. Y estaba admirando su sólida construcción, cuando súbitamente vi salir por la puerta principal á diez jóvenes de elevada estatura, y cuyas caras eran una alabanza al Creador por haberlas hecho tan hermosas. Pero aquellos diez jóvenes eran todos tuertos del ojo izquierdo, y sólo no lo era un anciano alto y venerable, que hacía el número once.

Al verlos exclamé: «¡Por Alah, que es extraña coincidencia! ¿Cómo estarán juntos diez tuertos, y del ojo izquierdo precisamente?» Mientras me absorbía en estas reflexiones, los diez jóvenes se acercaron y me dijeron: «¡La paz sea contigo!» Y yo les devolví el saludo de paz, y hube de referirles mi historia, desde el principio hasta el fin, que no creo necesario repetirte, ¡oh señora mía!

Al oírla, llegaron aquellos jóvenes al colmo de la admiración, y me dijeron: «¡Oh señor! Entra en esta morada, donde serás bien acogido.» Entré con ellos, y atravesamos muchas salas revestidas con telas de raso. En el centro de la última, que era la más hermosa y espaciosa de todas, había diez lechos magníficos formados con alfombras y colchones, y entre aquéllos otra alfombra, pero sin colchón, y tan rica como las demás. Y el anciano se sentó en ésta, y cada uno de los diez jóvenes en la suya, y me dijeron: «¡Oh señor! Siéntate en el testero de la sala, y no nos preguntes acerca de lo que aquí veas.»

A los pocos momentos se levantó el viejo, salió