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HISTORIA DEL MANDADERO...

coger el cuchillo grande, que pendía de la pared sobre la cabeza del mancebo. Y he aquí que el joven, por divertirse, me hizo de pronto cosquillas en una pierna, produciéndome tal efecto, que caí encima de él sin querer y le clavé el cuchillo en el corazón. Y expiró en seguida.

Al ver aquello, ¡oh señora mía! empecé á golpearme, y á gritar, y á gemir, y me desgarré las ropas, arrojándome desesperado al suelo. Pero mi amigo muerto estaba, cumpliéndose el Destino para que no mintieran las predicciones de los astrólogos. Alcé los ojos y las manos hacia el Altísimo, y repuse: «¡Oh Señor del universo! Si he cometido un crimen, dispuesto estoy á que me castigue tu justicia.» En este momento sentíame animoso ante la muerte. Pero ¡oh señora mía! nuestros anhelos nunca se satisfacen ni para el bien ni para el mal.

Entonces, no siéndome posible soportar la estancia en aquel sitio, y además, como sabía que el joyero no tardaría en comparecer, subí la escalera, salí y cerré la trampa, cubriéndola de tierra, como estaba antes.

Cuando me vi fuera, me dije: «Voy á observar ahora lo que ocurra; pero ocultándome, porque si no, los esclavos me matarían con la peor muerte.» Y entonces me subí á un árbol copudo que estaba cerca de la trampa, y allí quedé en acecho. Una hora más tarde apareció la barca con el anciano y los esclavos. Desembarcaron todos, llegaron apresuradamente junto al árbol, y al advertir la tierra