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HISTORIA DEL MANDADERO...

adónde ir. Y recordé entonces todo cuanto me había sucedido, desde el principio hasta el fin, cómo me habían dejado sano y salvo los árabes del desierto, mi viaje y mis fatigas de un mes, mi entrada en la ciudad como extranjero, el encuentro con el sastre, la entrevista é intimidad tan deliciosa con la joven del subterráneo, el modo de escaparme de las manos del efrit que me quería matar, todo, en fin, sin olvidar mi transformación en mono al servicio después del capitán mercante, mi compra á elevado precio por el rey á consecuencia de mi hermosa letra, mi desencanto, ¡en fin, todo! Y más que nada, ¡ay de mí! el último incidente, que me hizo perder un ojo. Pero di gracias á Alah, y dije: «¡Más vale perder un ojo que la vida!» Después de esto, fui al hammam á tomar un baño antes de salir de la ciudad. Entonces, ¡oh señora mía! me afeité la barba para poder viajar seguro en calidad de saaluk. Desde aquella fecha no he dejado ni un día de llorar pensando en las desgracias que sobre mí han caído, y sobre todo en la pérdida de mi ojo izquierdo. Y cada vez que esto me viene á la memoria, el ojo derecho se me llena de lágrimas, que no me dejan ver, aunque nunca me impedirán pensar en estos versos del poeta:


¿Conoce Alah misericordioso mi aflicción? ¡Las desdichas pesan sobre mí, y me he dado cuenta de ellas demasiado tarde!

¡Pero haré acopio de paciencia frente á mis grandes