criado, y yo hacía todas sus cosas y le servía en la nave.
Y al cabo de cincuenta días, durante los cuales nos fué el viento propicio, arribamos á una ciudad enorme y tan llena de habitantes, que sólo Alah podría contar su número.
Cuando llegamos, acercáronse á nuestra nave los mamalik enviados por el rey de la ciudad. Y llegaron para saludarnos y dar la bienvenida á los mercaderes, diciéndoles: «El rey nos manda que os felicitemos por vuestra feliz llegada, y nos ha entregado este rollo de pergamino para que cada uno de vosotros escriba en él una línea con su mejor letra.»
Entonces yo, que no había perdido aún mi forma de mono, les arranqué de la mano el pergamino, alejándome con mi presa. Y temerosos sin duda de que lo rompiese ó lo tirase al mar, me llamaron á gritos y me amenazaron; pero les hice seña de que sabía y quería escribir; y el capitán repuso: «Dejadle. Si vemos que lo emborrona, le impediremos que continúe; pero si escribe bien de veras, le adoptaré por hijo, pues en mi vida he visto un mono más inteligente.»
Cogí entonces el cálamo, lo mojé, extendiendo bien la tinta por sus dos caras, y comencé á escribir. Y escribí cuatro estrofas, cada una con una letra diferente, é improvisadas en distinto estilo: la primera al modo Rikaa, la segunda al modo Rihani, la tercera al modo Sulci y la cuarta al modo Muchik: