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HISTORIA DEL MANDADERO...

las babuchas, le dijo: «Ahora verás si no soy Georgirus, descendiente de Eblis. ¡Vas á ver si puedo traer ó no al amo de estas cosas!»

Y había empleado en las casas de los sastres la estratagema de que he hablado.

Se me apareció, pues, bruscamente, brotando del suelo, y sin perder un instante me cogió en brazos, se elevó conmigo por los aires, y descendió después para hundirme con él en la tierra. Yo había perdido por completo el conocimiento. Me llevó al palacio subterráneo en que había sido tan feliz, y allí vi desnuda á la joven, cuya sangre corría por su cuerpo. Mis ojos se habían llenado de lágrimas. Entonces el efrit se dirigió á ella y le dijo: «Aquí tienes á tu amante.» Y la joven me miró y dijo: «No sé quién pueda ser este hombre. No le he visto hasta ahora.» Y replicó el efrit: «¿Cómo es eso? ¿Te presento la prueba del delito y no confiesas?» Y ella, resueltamente, insistió: «He dicho que no le conozco.» Entonces dijo el efrit: «Si es verdad que no lo conoces, coge ese alfanje y córtale la cabeza.» Y ella cogió el alfanje, avanzó muy decidida y se detuvo delante de mí. Y yo, pálido de terror, le pedía por señas que me perdonase, y las lágrimas corrían por mis mejillas. Y ella me hizo también una seña con los ojos, mientras decía en alta voz: «¡Tú eres la causa de mis desgracias!» Y yo contesté á esta seña con una contracción de mis ojos, y recité estos versos de doble sentido, que el efrit no podía entender: