íntimamente. Porque, en realidad, un poema como éste no es para todo el mundo. Desde luego, no es para la burguesía. Ni es tampoco para las señoritas educadas en los conventos. No es, en suma, sino para aquellos que son capaces de comprender el alma del árabe.
¿Y sabéis lo que es el árabe, vosotros que lo veis en las viñetas de El último Abencerraje? El divino Mardrus os lo dice en estas líneas:
«El árabe, ante una música compuesta de notas de cañas y flautas, ante un lamento de kanoon, un canto de muecín ó de almea, un cuento subido de color, un poema de aliteraciones en cascadas, un perfume sutil de jazmín, una danza de flor movida por la brisa, un vuelo de pájaro ó la desnudez de ámbar y perla de una abultada cortesana de formas ondulosas y ojos de estrella, responde en sordina ó á toda voz con un ¡ah! ¡ah!... largo, sabiamente modulado, extático, arquitectónico. Y esto se debe á que el árabe no es mas que un instintivo, pero afinado, exquisito, Ama la línea pura y la adivina con su imaginación cuando es irreal. Pero es parco en palabras y sueña... sueña.»
Ahora que ya sabéis lo que vais en él á hallar, abrid el libro...