guió felizmente á esta casa, cerca de vosotras, señoras mías.
Tal es la causa de que me veáis afeitado y tenga un ojo huero.»
Cuando hubo acabado de hablar, le dijo la mayor de las tres doncellas: «Está bien; acaríciate la cabeza[1] y vete.»
Pero el primer saaluk contestó: «No me iré hasta que haya oído los relatos de los demás.»
Y todos estaban maravillados de aquella historia tan prodigiosa, y el califa dijo al visir: «En mi vida he oído aventura semejante á la de este saaluk.»
Entonces el primer saaluk fué á sentarse en el suelo, con las piernas cruzadas, y el otro dió un paso, besó la tierra entre las manos de la joven, y refirió lo que sigue:
Historia del primer saaluk
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«La verdad es, ¡oh señora mía! que yo no nací tuerto. Pero la historia que voy á contarte es tan asombrosa, que si se escribiese con una aguja en el ángulo interior del ojo, serviría de lección á quien fuese capaz de instruirse.
- ↑ Es decir: haz el ademán de saludar llevándote la mano á la cabeza. Es una de las maneras de saludar á la oriental.