es natural, ni licenciosa la expresión de lo natural. (Entiendo por pueblos primitivos todos aquellos que aún no tienen una mancha en la carne ó en el espíritu y que vinieron al mundo bajo la sonrisa de la Belleza...) Además, la literatura árabe ignora totalmente ese producto odioso de la vejez espiritual: la intención pornográfica. Los árabes ven todas las cosas bajo el aspecto hilarante. Su sentido erótico sólo conduce á la alegría. Y ellos ríen de todo corazón, como niños, allí donde un puritano gemiría de escándalo.»
Oyendo esto, el repórter, que estaba enterado por los profesores de la escuela de lenguas orientales de la «imposibilidad» de decir en una literatura culta» las enormidades que se encuentran en los textos árabes, murmuró:
— Hay quienes apuestan que no se atreverá usted á conservar su literalidad hasta el fin.
— Ya lo verá usted—terminó Mardrus, sonriendo.
Y, en efecto, hemos visto que, con su ingenua valentía, ha llegado á la última página maravillosa sin velar un solo cuadro libre, sin desteñir una sola expresión atrevida, sin atenuar una sola situación erótica. Así, la leyenda de que el libro que antes se consideraba como un entretenimiento de niños es una obra atrevida comienza á formarse, y acabará, sin duda, por impedir que la gente timorata lo lea, Pero esto, lejos de apenarnos á los que consideramos Las mil noches y una noche como la mayor maravilla del ingenio humano, debe regocijarnos