el vino produjo sus efectos, la mayor de las tres hermanas se levantó, cogió de la mano á la proveedora y le dijo: «¡Oh hermana mía! levántate y cumplamos nuestro deber.» Y su hermana le contestó: «Me tienes á tus órdenes.» Entonces la más pequeña se levantó también, y dijo á los saalik que se apartaran del centro de la sala y que fuesen á colocarse junto á las puertas. Quitó cuanto había en medio del salón y lo limpió. Las otras dos hermanas llamaron al mandadero, y le dijeron: «¡Por Alah! ¡Cuán poco nos ayudas! Cuenta que no eres un extraño, sino de la casa.» Y entonces el mozo se levantó, se remangó la túnica, y apretándose el cinturón, dijo: «Mandad y obedeceré.» Y ellas contestaron: «Aguarda en tu sitio.» Y á los pocos momentos le dijo la proveedora: «Sígueme, que podrás ayudarme.»
Y la siguió fuera de la sala, y vió dos perras de la especie de las perras negras, que llevaban cadenas al cuello. El mandadero las cogió y las llevó al centro de la sala. Entonces la mayor de las hermanas se remangó el brazo, cogió un látigo, y dijo al mozo: «Trae aquí una de esas perras.» Y el mandadero, tirando de la cadena del animal, le obligó á acercarse, y la perra se echó á llorar y levantó la cabeza hacia la joven. Pero ésta, sin cuidarse, de ello, la tumbó á sus pies y empezó á darle latigazos en la cabeza, y la perra chillaba y lloraba, y la joven no la dejó de azotar hasta que se le cansó el brazo. Entonces tiró el látigo, cogió á la perra en