sea un atajo de borrachos, y convendría precavernos por si nos hiciesen alguna mala partida.» Pero el califa dijo: «Es mi voluntad entrar ahí. Quiero que busques la forma de entrar y sorprenderlos.» Al oir esta orden, el visir contestó: «Escucho y obedezco.» Y Giafar avanzó y llamó á la puerta. Y al momento fué á abrir la más joven de las tres hermanas.
Cuando la joven hubo abierto la puerta, el visir le dijo: «¡Oh señora mía! somos mercaderes de Tabaria[1]. Hace diez días llegamos á Bagdad con nuestros géneros, y habitamos en el khan de los mercaderes. Uno de los comerciantes del khan nos ha convidado á su casa y nos ha dado de comer. Después de la comida, que ha durado una hora, nos ha dejado en libertad de marcharnos. Hemos salido, pero ya era de noche, y como somos extranjeros, hemos perdido el camino del khan, y ahora nos dirigimos fervorosamente á vuestra generosidad para que nos permitáis entrar y pasar la noche aquí. Y ¡Alah os tendrá en cuenta esta buena obra!»
Entonces la joven los miró, le pareció que en efecto tenían maneras de mercaderes y un aspecto muy respetable, por lo cual fué á buscar á sus dos hermanas para pedirles parecer. Y ellas le dijeron: «Déjales entrar.» Entonces fué á abrirles la puerta, y le preguntaron: «¿Podemos entrar, con vuestro permiso?» Y ella contestó: «Entrad.» Y entraron el
- ↑ Tiberiades.