su nombre?» Y ella contestó: «El khan[1] de Aby-Mansur.»
Entonces el mandadero se levantó, se despojó de sus vestidos y se metió en el agua. ¡Y su espalda sobrenadaba majestuosa en la superficie! Se lavó todo el cuerpo, como se habían lavado las doncellas, y después salió del baño y fué á echarse en el regazo de la más joven, apoyó los pies en el regazo de la otra hermana, y señalando á su virilidad, preguntó á la mayor de todas: «¿Sabes ¡oh soberana mía! cuál es su nombre?» Al oir estas palabras, las tres se echaron á reir tan á gusto, que cayeron sobre sus posaderas, y exclamaron: «¡Tu zib!» Y él dijo: «No es eso, no es eso.» Y les dió á cada una un mordisco. Entonces dijeron: «¡Tu herramienta!» Y él contestó: «Tampoco es eso.» Y á cada una les dió un pellizco en un seno. Y ellas, asombradas, replicaron: «Sí que es tu herramienta, porque está ardiente; si que es tu zib, porque se mueve.» Y el mozo seguía negando con un movimiento de cabeza, y luego las besaba, las mordía, las pellizcaba y las abrazaba, y ellas reían á más no poder, hasta que acabaron por decirle: «¿Cómo se llama, pues?» Entonces él meditó un momento, se miró entre los muslos, guiñó los ojos, y señalando á su zib, dijo: «¡Oh señoras mías! vais á oir lo que acaba de decirme este niño: «Me llaman el macho poderoso y sin castrar, que pace la albahaca de los puentes, se
- ↑ Khan, posada.