las en montañas, con ese lago en medio de ellas, y á mis súbditos los transformó en peces. Pero hay más. Todos los días me tortura azotándome con una correa, dándome cien latigazos, hasta que me hace sangrar. Y después me pone sobre las carnes una camisa de crin, cubriéndola con la ropa.»
El joven se echó entonces á llorar y recitó estos versos:
¡Aguardando tu sentencia y tu justicia, ¡oh mi Señor! sufro pacientemente, pues tal es tu voluntad!
¡Pero me ahogan mis desgracias! ¡Y sólo puedo recurrir á ti, ¡oh Señor! ¡oh Alah, adorado por nuestro bendito Profeta!
El rey dijo entonces al joven: «Has añadido una pena á mis penas; pero dime: ¿dónde está esa mujer?» Y respondió el mancebo: «En la tumba, donde está el negro, debajo de la cúpula. Todos los días viene á esta habitación, me desnuda, y me da cien latigazos, y yo lloro y grito, sin poder hacer un movimiento para defenderme. Después de martirizarme, se va junto al negro, llevándole vinos y licores hervidos.» Entonces exclamó el rey: «¡Oh excelente joven! ¡Por Alah! voy á hacerte un favor tan memorable, que después de mi muerte pasará al dominio de la Historia, » Y ya no añadió más, y siguió la conversación hasta que se acercó la noche. Después se levantó el rey y aguardó que llegase la hora noc-