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HISTORIA DEL PESCADOR Y EL EFRIT

yo me subí á lo alto de la cúpula, donde había una terraza, y desde allí me puse á vigilarla. Y he aquí que ella entró en la habitación de un negro muy negro. Este negro era horrible, tenía el labio superior como la tapadera de una marmita, y el inferior como la marmita misma, ambos tan colgantes, que podían escoger los guijarros entre la arena. Estaba podrido de enfermedades y tendido sobre un montón de cañas de azúcar. Al verle, la hija de mi tío besó la tierra entre sus manos, y él levantó la cabeza hacia ella, y le dijo; «¡Desdichas sobre ti! ¿Cómo has tardado tanto? He convidado á los negros, que se han bebido el vino y se han entrelazado ya con sus queridas. Y yo no he querido beber por causa tuya.» Ella contestó: «¡Oh dueño mío, querido de mi corazón! ¿no sabes que estoy casada con el hijo de mi tío, que detesto hasta su imagen y que me horroriza estar con él? Si no fuese por el temor de hacerte daño, hace tiempo que habría derruído toda la ciudad, en la que sólo se oiría la voz de la corneja y el mochuelo, y además habría transportado las ruinas al otro lado del Cáucaso.» Y contestó el negro: «¡Mientes, infame! Juro por el honor y pollas cualidades viriles de los negros, y por nuestra infinita superioridad sobre los blancos, que como vuelvas á retrasarte otra vez, á partir de este día, repudiaré tu trato y no pondré mi cuerpo encima del tuyo, ¡Oh pérfida traidora! De seguro que te has retrasado para saciar en otra parte tus deseos de hembra. ¡Qué basura! ¡Eres la más despreciable de