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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

dos que marchasen inmediatamente con el pescador, Y el pescador iba muy contrariado, maldiciendo en secreto al efrit. Y el rey y todos partieron y subieron á una montaña, y bajaron basta una vasta llanura que en su vida habían visto anteriormente. Y el sultán y los soldados se asombraron de esta extensión desierta, situada entre cuatro montañas, y de aquel estanque en que jugaban peces de cuatro colores: rojos, blancos, azules y amarillos. Y el rey se detuvo y preguntó á los soldados y á cuantos estaban presentes: «¿Hay alguno de vosotros que haya visto anteriormente ese lago en este lugar?» Y todos respondieron: «¡Oh, no!» Y el rey dijo: «¡Por Alah! No volveré jamás á mi capital ni me sentaré en el trono de mi reino sin averiguar la verdad sobre este lago y los peces que encierra.» Y mandó á los soldados que cercaran las montañas, y los soldados así lo hicieron. Entonces el rey llamó á su visir. Porque este visir era hombre sabio, elocuente, versado en todas las ciencias. Cuando se presentó entre las manos del rey, éste le dijo: «Tengo intención de hacer una cosa, y voy á enterarte de ella. Deseo aislarme completamente esta noche y marchar yo solo á descubrir el misterio de este lago y sus peces. Por consiguiente, te quedarás á la puerta de mi tienda, y dirás á los emires, visires y chambelanes: «El sultán está indispuesto y me ha mandado que no deje pasar á nadie.» Y á ninguno revelarás mi intención.» De este modo el visir no podía desobedecer. Entonces el rey se disfrazó, y ciñéndose su espada, se es-