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y de Alberto. Carlota oyó la campanilla, y un temblor se apoderó de todos sus miembros. Despertó a su marido, levantáronse; el criado, sollozando y titubeando, les dió la noticia; Carlota se tendió desmayada delante de Alberto.

Vino el médico, halló en el suelo y dió por desahuciado al infeliz, y aunque le latía el pulso tenia todos los miembros estropeados. Se había disparado sobre el ojo derecho y voládose los sesos. Abriéronle, aunque por demás, una vena en el brazo; corrió la sangre, y seguía alentando.

Por la sangre en los lados de las sillas se echaba de ver que, sentado ante el bufete, se había disparado, y luego en la convulsión se había volcado al suelo. Con el esfallecimiento se había respaldado cerca de la ventana, vestido enteramente con el frac azul y la chupa amarilla.

Huéspedes, vecinos y pueblo, todos acudieron en conmoción. Entró Alberto. Habian puesto a Werther en la cama y vendádole la frente. Estaba inmoble y con el semblante cadavérico. Los pulmones, ya más, ya menos, le roncaban horrorosamente y se estaba acabando por puntos.

Habia bebido un vaso del vino, y tenia abierto sobre el bufete «Emilia Galoti».

No hay que ponderar el trastorno de Alberto y los lamentos de Carlota.

El anciano apoderado acudió traspasado al primer aviso, y besó al moribundo, con lágrimas entrañables. Sus mayorcitos vinieron en seguida a pie, y se sentaron a cabecera; con ademanes de un que-