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CAPÍTULO VI.


Mucho había complacido á los niños la conferencia de la noche anterior, que les permitía apreciar la grandeza y magnificencia de nuestro sistema planetario; pero lo cierto es que sentían verdadera impaciencia por contemplar á través del anteojo astronómico esa plateada Luna, que tan dulcemente ilumina las noches de nuestro globo. ¡Cuántas veces, antes de tener noticia alguna acerca de la naturaleza de ese astro misterioso, se habían preguntado en qué consistirían esas manchas que le dan una vaga semejanza con un rostro humano, y de dónde procedería su blanca luz, parecida á la de las bombas de cristal esmerilado,