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les que centellean en el espacio, no son para ellas sino palabras de significado incomprensible. No imitéis á semejantes hombres, que aun cuando alardeen de gran sentido práctico y de mucho conocimiento de la vida, son realmente dignos de compasión por su ignorancia.

Pero olvido que mi papel no es en estos momentos el de moralista, sino el de astrónomo, y que Saturno nos espera para revelarnos algunos de sus misterios. Acércate, Adela, y mírale sin asustarte como antes lo hiciste, pues los astros no hacen daño á nadie, y aun los mismos cometas, tan calumniados por los supersticiosos, son más inofensivos que los que los temen.

Contempló la niña el planeta Saturno y vió un disco casi tan grande como el que á simple vista nos presenta la Luna, y que estaba casi enteramente redondo, en la posición de aquel astro cuando empieza á entrar en su cuarto menguante. Lo que más la asombró, hasta el punto de hacerla prorrumpir en una exclamación de sorpresa, fué que el planeta estaba rodeado de un gran anillo luminoso, que le daba un aspecto fantástico. Muy cerca del astro vió ocho lunas, una de ellas bastante grande. Cuando dejó el sitio á su hermano Luis, declaró éste que nunca había visto una cosa tan sorprendente como el planeta Saturno, pues realmente el inmenso anillo que le rodea, y en que parece como encajado, es un espectáculo bien digno de contemplarse, y que una vez visto no se olvida.

Don Alberto les dió entonces algunas explicaciones acerca de Saturno y de su anillo.