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LAS MARAVILLAS DEL CIELO.


CAPÍTULO PRIMERO.



En una hermosa y serena noche del mes de Julio, paseaban por la playa de una linda ciudad del Norte de España dos niños, Adela y Luis, y un caballero de aspecto respetable y edad madura, que les dirigía la palabra y á quien escuchaban con gran atención é interés. Llamábase aquel señor D. Alberto de Velasco, y era tío de los dos hermanitos á quienes acompañaba en aquellos momentos. Hombre tan modesto como sabio, había alcanzado en España, y principalmente en el extranjero, alta reputación de matemático y astrónomo; sus obras, muy estimadas por los hombres de ciencia, le habían hecho ganar un puesto