fera, pero en realidad no existen. Los cuerpos celestes tienen forma esférica y no estrellada, como sin duda creías.
—Además —añadió Luis— veo ahora muchísimas estrellas más que antes; pero me parecen todas sumamente pequeñas; de tal modo, que las tres ó cuatro que antes miraba á simple vista, me parecían mayores que ahora, aunque mucho menos claras.
—Eso consiste —dijo D. Alberto— en que la atmósfera viene á hacer sobre los astros el efecto de una lente convexa, y los presenta muy amplificados; de modo que vemos el Sol, la Luna y las estrellas mucho mayores que si no existiera esa transparente capa de aire. Este aumento es mucho más notable cuando un astro se aproxima al horizonte, porque entonces la refracción es mayor, y por eso habréis observado que en las noches en que hay luna llena, al salir y al ponerse presenta un diámetro mucho más extenso que al llegar al cenit, que es el punto del cielo situado sobre nuestras cabezas. Con el Sol ocurre exactamente lo mismo; en algunas tardes calurosas habréis visto que al ponerse no presenta rayos y puede mirarse sin que hiera mucho la vista, y en cambio su disco, de un color rojo encendido, ofrece un tamaño aparente tres ó cuatro veces mayor que al mediodía.
El hecho, pues, de ver las estrellas lejanas más pequeñas con el anteojo que á simple vista, responde á que el anteojo reconcentra la luz y quita el efecto de los vapores atmosféricos, que, al mismo