siete veces el diámetro de la tierra. Ya veis, pues, que conviene mirar muy de lejos esos hermosos luminares que ahora brillan con tan serena dulzura en el silencio de la noche.
Os dije antes que todas las estrellas que vemos desde aquí, á excepción de cinco, son soles, y ahora debo daros sobre este punto alguna explicación. Antiguamente se dividían los astros en fijos y errantes, llamándose á estos últimos planetas; pero hoy es ya indudable que todos se mueven, y por tanto, esa división no se funda en la verdad. En cambio, se sabe también que unos están encendidos ó tienen luz propia, por lo que se les llama soles, y otros están apagados y sólo reflejan la luz con que algún astro les baña; estos últimos reciben el nombre de planetas. Esta última denominación se les aplica especialmente porque giran en torno de algún astro, que es el que los da calor y los ilumina: por esto se dice que la Tierra es un planeta del Sol. Las cinco estrellas á que antes me he referido son también planetas de nuestro sol, y se llaman Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Puede mirárselos á simple vista; los dos primeros á la caída de la tarde ó al amanecer, según las estaciones, y los últimos durante toda la noche.
Los planetas pueden tener satélites, que son astros más pequeños y también apagados, que giran en torno suyo y les siguen en su marcha incesante por el espacio. La Luna es un satélite de la Tierra.
—Ya he oído yo decir esto en la escuela y en