ancianidad, como verles en camino de labrarse un porvenir honroso á fuerza de aplicación y de trabajo.
En cuanto á Adela y Luis, querían mucho á su primo, y la fausta nueva transmitida por el telégrafo les llenó de gozo. Lo mismo ocurrió á los padres de los niños, y todos deseaban con impaciencia la llegada de Lázaro para celebrar dignamente tan grato acontecimiento.
Aquella noche, cuando D. Alberto subió á la azotea con sus sobrinos, les habló del siguiente modo: .
—Esta noche ha de ser, por ahora, la última en que os hable de las maravillas celestes, no sólo porque la llegada de mi hijo determinará una nueva manera de invertir nuestro tiempo, sino también porque, en realidad, tenéis ya una idea de lo que es el sistema planetario á que la Tierra pertenece. A esto quería yo limitar mis explicaciones, y he visto con verdadero placer la atención que me habéis prestado y el interés vivísimo con que habéis seguido mis observaciones astronómicas.
De todas suertes, algo he de deciros, siquiera sea muy á la ligera, de esos otros millones de soles que aparecen á nuestros ojos bajo el aspecto de estrellas más ó menos brillantes. A simple vista apenas se distinguen 7.000; pero con un buen anteojo se divisan tantas, que bien puede decirse que son innumerables. Para estudiarlas, ha sido preciso fijarse en las formas que presentan algunos de sus grupos, á los que desde muy anti-