un movimiento de rotación y otro de traslación. Invierte en el primero veinticinco días y trece horas, de modo que la velocidad de ese movimiento en el ecuador solar viene á ser de unos dos kilómetros por segundo, ó sea más de cuatro veces más rápida que la rotación terrestre. En cuanto al movimiento de traslación del Sol, es mucho más lento que el de la Tierra. Cada año avanza aquel astro sobre 240 millones de kilómetros hacia una estrella de la constelación de Hércules, alrededor de la cual gira y cuya distancia no ha sido posible calcular aún. Así, pues, ese Sol inmenso sirve de planeta á otro Sol, cuyas dimensiones serán sin duda mucho mayores y que desde aquí aparece sólo como una estrella muy pequeña.
La distancia que separa la Tierra del Sol es, por término medio, 148 millones de kilómetros. Si el movimiento de traslación de nuestro planeta fuese bruscamente detenido por cualquier causa, caeríamos en línea recta sobre el Sol, y tardaríamos en llegar hasta él sesenta y dos días y medio. En el primer segundo nuestra caída no sería sino de tres milímetros y siete millonésimas de metro, y esta velocidad iría aumentando sucesivamente según los cuadrados de los tiempos, hasta llegar á ser de muchas leguas en el último segundo.
—¿No podría usted indicarnos —dijo Luis— algunas particularidades de esa caída sobre el Sol, como lo hizo usted al referirse á la caída de la Luna?
—Lo haré con mucho gusto, hijo mío —dijo don