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CAPÍTULO II.


—Nada hay, queridos niños, más hermoso que el espectáculo que ofrece el firmamento en una noche despejada y serena. La viva y espléndida claridad del día es, sin duda, muy bella; pero en él la luz de un astro ofusca la de todos los demás, mientras en la noche se ven brillar miles de luceros, cuyo resplandor, en vez de fatigar la vista, la impresiona dulcemente; no fulgura un sol único, sino un ejército de soles, y la mirada encuentra por todas partes grupos de hermosas estrellas, que parecen antorchas encendidas en la profundidad del infinito, ó flores luminosas que no se apagan jamás y que alumbran mágicamente la azul extensión del cielo. Bien ha podido decir un poeta que la noche es el estado" natural del universo, pues lo que llamamos el día no es otra cosa que