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LAS FUERZAS EXTRAÑAS

Calló un instante; luego me pellizcó confidencialmente la punta de la oreja, mientras una sonrisa maliciosa entreabría sus febriles labios.

—Allá comprenderás por fin, allá verás. Hasta el sábado, no?...

Y como le mirara interrogativo, añadió lanzándose sobre el estribo de un tranvía, pero de modo que sólo yo pudiese oirle:

—...¡Los colores de la música!...

Era un miércoles. Me era menester esperar tres días para conocer el sentido de aquella prosa. Los colores de la música! me decía. Será un fenómeno de audición coloreada? Imposible! Juan es un muchacho muy equilibrado para caer en eso. Parece excitado, pero nada revela una alucinación en sus facultades. Después de todo, porqué no ha de ser verdad su descubrimiento?... Sabe mucho, es ingenioso, perseverante, inteligente... La música no le impide cultivar á fondo las matemáticas, y éstas son la sal del espíritu. En fin, esperemos.

Pero no obstante mi resignación, una intensa curiosidad me embargaba; y el pretexto ingenuamente hipócrita de este género de situaciones, no tardó en presentarse.

Juan está enfermo, á no dudarlo. Abandonarle en tal situación, sería poco discreto. Lo mejor es verle, hablarle, hacer cuanto pueda para impedir algo