Como hiciera varias semanas que no le veía, al
encontrarle le interrogué:
—Estás enfermo ?
—No; mejor que nunca y alegre como unas pascuas. Si supieras lo que me ha tenido absorto durante estos dos meses de encierro!
Pues hacía efectivamente dos meses que se le extrañaba en su círculo literario, en los cafés familiares y hasta en el paraíso de la Ópera, su predilección.
El pobre Juan tenía una debilidad: la música. En sus buenos tiempos, cuando el padre opulento y respetado compraba palco, Juan podía entregarse á su pasión favorita con toda comodidad. Después acaeció un derrumbe—títulos bajos, hipotecas, remates... El viejo murió de disgusto y Juan se encontró solo en esa singular autonomía de la orfandad, que toca por un extremo al tugurio y por el otro á la fonda de dos platos, sin vino.