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EL ESCUERZO

ya se ha ido; ahora ya no tiene remedio esto. Mi padre San Antonio te ampare!

—Pero qué tontera, afligirse así. Se lo habrán llevado las hormigas ó lo comería algún zorro hambriento. Habráse visto extravagancia, llorar por un sapo! Lo mejor es volver, que ya viene anocheciendo y la humedad de los pastos es dañosa.

Regresaron, pues, á la casita, ella siempre llorosa, él procurando distraerla con detalles sobre el maizal que prometía buena cosecha si seguía lloviendo; hasta volver de nuevo á las bromas y risas en presencia de su obstinada tristeza. Era casi de noche cuando llegaron. Después de un registro minucioso por todos los rincones, que excitó de nuevo la risa del muchacho, comieron en el patio, silenciosamente, á la luz de la luna, y ya se disponía él á tenderse sobre su apero para dormir, cuando Antonia le suplicó que por aquella noche siquiera, consintiese en encerrarse dentro de una caja de madera que poseía y dormir allí.

La protesta contra semejante petición fué viva. Estaba chocha, la pobre, no había duda. ¡A quién se le ocurría pensar en hacerle dormir con aquel calor, dentro de una caja que seguramente estaría llena de sabandijas!