de aquel casco, dividiéndole exageradamente el entrecejo y bajando por entre sus ojos como un pico, daba á su faz una expresión de gerifalte.
Contábase á propósito de aquella prenda, una rara historia. Decíase que casado su dueño á los veinte años, antes de uno mató á la esposa en un arrebato de celos. Descubierta luego la inocencia de la víctima, el señor de Hohenstein fué en demanda de perdón á Pedro el Ermitaño, quien le puso en el pecho la cruz de los peregrinos.
Antes de partir, quiso orar el joven en la tumba de su esposa. Sobre aquel sepulcro, había crecido un lirio que él decidió llevarse como recuerdo; mas al cortarla, la flor se transformó en un casco de plata, dando origen al sobrenombre del caballero. Poseídos aún del milagro que hizo llover lirios sobre la cabeza de Clodoveo, no tenían los camaradas del héroe por qué dudar de su a ventura, mucho más cuando él la abonaba con su valentía y con un voto de castidad.
La noche estaba ya densa sobre los montes. Los caballeros cruzaron al trote de sus cabalgaduras, como cuatro sombras en rumor de hierro, la garganta estéril que une á Jerusalén con Sichem y Neápolis; el torrente donde David tomó las cinco piedras para combatir al gigante; el valle del Terebinto, el de Jeremías, dolorosa entrada de los