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LAS FUERZAS EXTRAÑAS

cosas más raras. Cuando me tomo una mano con la otra, por ejemplo, siento que aquélla es distinta, como si perteneciera á una persona que no soy yo. A veces veo las cosas dobles, porque cada ojo procede sin relación con el otro...

Era, á no dudarlo, un caso curioso de locura, que no excluía el más perfecto raciocinio.

—Pero en fin, ese mono?... pregunté para agotar el asunto.

— Es negro como mi propia sombra, y melancólico al modo de un hombre. La descripción es exacta, porque lo estoy viendo ahora mismo. Su estatura es mediana, su cara como todas las caras de mono. Pero siento, no obstante, que se parece á mí. Hablo con entero dominio de mí mismo. ¡Ese animal se parece á mí!

Aquel hombre, en efecto, estaba sereno; y sin embargo, la idea de una cara simiesca formaba tan violento contraste con su rostro de aventajado ángulo facial, su cráneo elevado y su nariz recta, que la incredulidad se imponía por esta circunstancia, más aún que por lo absurdo de la alucinación.

Él notó perfectamente mi estado; púsose de pie como adoptando una resolución definitiva:

—Voy á caminar por este cuarto, para que usted lo vea. Observe mi sombra, se lo ruego.