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LA FUERZA OMEGA

gustiosa lucidez, resolví una noche ver mi doble. Ver qué era lo que salía de mi, siendo yo mismo, durante el sueño extático.

—¿Y pudo conseguirlo?

—Fué una tarde, casi de noche ya. El desprendimiento se produjo con la facilidad acostumbrada. Cuando recóbre la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, había una forma. Y esta forma era un mono, un horrible animal que me miraba fijamente.! Desde entonces no se aparta de mí. Lo veo constantemente. Soy su presa. A donde quiera que él va, voy conmigo, con él. Está siempre ahí. Me mira constantemente, pero no se le acerca jamás, no se mueve jamás, no me muevo jamás...

Subrayo los pronombres trocados en la última frase, tal como la oí. Una sincera aflicción me embargaba. Aquel hombre padecía, en efecto, una sugestión atroz.

—Cálmese usted, le dije, aparentando confianza. La reintegración no es imposible.

—Oh, sí! respondió con amargura. Esto es ya viejo. Figúrese usted, he perdido el concepto de la unidad. Sé que dos y dos son cuatro, por recuerdo; pero ya no creo en ello. El más sencillo problema de aritmética carece de sentido para mí, pues me falta la convicción de la cantidad. Y todavía sufro