como deber[1]; y entonces debieron encarnarse en las mónadas que les tocaba animar; pero éstas, mientras tanto, habían seguido cometiendo errores, que refluyeron sobre los que habrían debido impedirlos animándolas, y es así cómo esas mónadas se encontraron retrasadas en su evolución.
Comprendiendo, entonces, que durante la vida de este globo no pueden alcanzar la perfección de los otros, continúan entregadas á la fatalidad, que es la transgresión del deber, es decir haciendo mal. El bien y el mal, las diferencias de calidad, de inteligencia, etc., en los hombres, quedan así explicados en carácter de fenómenos lógicos y productos de la conciencia espiritual. Así es cómo, únicamente, el mal no viene á ser una forma del bien, según el conocido sofisma deísta; y cómo el dualismo de Dios y de Satanás, no es tampoco un imperativo categórico. Hay condenados por su culpa (por no haber animado voluntariamente las mó-
- ↑ Cumplir un deber indicado por la razón, es adelantarse á la ley fatal, activando la vida consciente, ó sea produciendo un acto meritorio; pues siendo la razón un ser superior al hombre, si bien encarnado en él—el espíritu solar mismo—ella es realmente la guía del hombre. Así se explica satisfactoriamente el bien y la superioridad en apariencia paradógica de la razón humana, que, estando en el hombre, es superior al hombre y da leyes á su existencia.