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LAS FUERZAS EXTRAÑAS

vo; y es que el esqueleto ó los rastros del hombre, coexisten con todas las formas de vertebrados extinguidos y en todas las épocas geológicas, sin mostrar alteraciones muy sensibles en su estructura y en su tamaño, lo cual revela, cuando menos, una estabilidad superior como especie; y teniendo en cuenta que semejante estabilidad no puede provenir sino de una organización superior á la de los coetáneos ya desaparecidos, así como que se requiere una antigüedad muy grande para fijar los caracteres de una especie cuanto más complejos son[1], parece que la misma ciencia va demostrando la situación anterior del hombre en el reino animal.

La división que hemos debido establecer entre el hombre como espíritu de la tierra y como ser material, requiere también una explicación.

En efecto, como espíritu de la tierra, ó sea en su carácter de fuerza sintética animadora, el hombre es el progenitor de todos los reinos; pero como ser material, es decir dividido en mónadas[2] activas, se circunscribe al reino animal. Eso sí, como la ley de

  1. Esta es la respuesta á los que objetan que ciertos insectos viven también con su forma adquirida, desde remotas edades geológicas, por más que ninguno alcance á la antigüedad del hombre.
  2. Usamos el término como una semejanza, y advirtiendo que estas mónadas tienen la misma existencia incorpórea de los átomos, ya descripta en otro lugar, siendo substancialmente idénticas á los átomos minerales ó vegetales, pero en otro estado de vida, según los antecedentes del ser que las engendra.