perfecta á su objeto, que revelan direcciones muy superiores á nuestra razón. Compárese el trabajo que ésta ha debido ejecutar para repetir el más insignificante de esos fenómenos, y se tendrá la relación entre ella y las fuerzas directoras de éstos.
La ley del menor esfuerzo, la tendencia á la regularidad de las formas, que la ciencia llama "inclinación natural" de la materia, que son sino deliberaciones inteligentes? No implican acaso, comparación entre dos términos? Todavía si el universo fuera de una estabilidad perfecta, se explicaría esa precisión como un equilibrio resultante de largas oscilaciones; perocuando todo cambia incesantemente, las fuerzas ciegas son inexplicables.
Al no asignar inteligencia sino al hombre, la ciencia cae en el error antropocéntrieo de las religiones, ó está obligada á suponerla en toda manifestación físico-química, en todo fenómeno cuya dirección tenga analogía con un raciocinio, una comparación, una modalidad intelectual en una palabra; mucho más cuando esa modalidad resulte, como hemos visto, superior á las suyas. Electos análogos, suponen causas semejantes.
¿Qué será, finalmente, si parangonamos al hombre con el planeta que habita, y cuyas manifesta-