El descubridor suspendió muy luego los efectos de su aparato, pues ningún eje habría aguantado mucho tiempo semejante trabajo.
Mirábamonos suspensos, con una mezcla de admiración y pavor, trocada muy luego en desmedida curiosidad.
El médico quiso repetir el experimento; pero por más que abocó la cajita hacia el volante, nada consiguió. Yo intenté lo propio con igual desventura.
Creíamos ya en una broma de nuestro amigo, cuando éste dijo, poniéndose tan grave que casi daba en taciturno:
"Es que aquí está el misterio de mi fuerza. Nadie, sino yo, puede usarla. Y yo mismo no sé cómo sucede."
"Defino, sí, lo que por mí pasa, como una facultad análoga á la puntería. Sin verlo, sin percibirlo en ninguna forma material, yo sé dónde está el centro del cuerpo que deseo desintegrar, y en la misma forma proyecto mi éter contra el volante."
"Prueben ustedes cuanto quieran. Quizá al fin..."
Todo fué en vano. La onda etérea sé dispersaba inútil. En cambio, bajo la dirección de su amo, llamémosle así, ejecutó prodigios.
Un adoquín que calzaba la puerta rebelde, se desintegró á nuestra vista, convirtiéndose con leve