Ahora bien, toda magnitud es una progresión y de esto depende que no haya brusquedad en los cambios de estado de las cosas. Así es como la continuidad de a Vida se mantiene en a periodicidad.
Vivir es estar continuamente viniendo á ser y dejando de ser. Cada uno de los focos donde esto se opera—átomo ó planeta, célula ú organismo—es una vida. Ese equilibrio infinitamente instable, sin duración puesto que la más mínima permanencia en uno ú otro de los estados que lo forman, lo anularía ya; y sin tiempo, puesto que es una coincidencia de ser y de no ser—ese equilibrio es lo que se llama la existencia. Dejar de existir es acabarse ese equilibrio; entrar el ser á un estado inconcebible. En nuestro universo, lo que viene á ser se llama materia, y lo que deja de ser se llama energía, pero claro está que estas cosas figuran aquí como entidades abstractas. No obstante, como las manifestaciones polares de la vida se permutan, lo que viene á ser, es decir, la materia, proviene de la energía y vice-versa.
Si toda magnitud es una progresión, su crecimiento y su decrecimiento deben tener una duración equivalente, y este es otro carácter de la periodicidad en las manifestaciones de la vida. El isocronismo de las oscilaciones pendulares, materializa en forma visible tal ley.