que en vano intentaba reprimir, medía el aposento agrandes pasos. Por fin se aproximó al aparato diciendo:
—El experimento está concluido. Rompamos ahora el recipiente para que este líquido pueda escapar evaporándose. Quién sabe si al retenerlo no causamos la congoja de algún alma...
Practicóse un agujero en la pared superior del vaso, y el líquido empezó á descender, mientras el ruido mate de un escape se percibía distintamente.
De pronto noté en la cara del doctor una expresión sardónica enteramente fuera de las circunstancias; y casi al mismo tiempo, la idea de que sería una inconveniencia estúpida saltar por encima de la mesa, acudió á mi espíritu; mas apenas lo hube pensado, cuando ya el mueble pasó bajo mis piernas, no sin darme tiempo para ver que el doctor arrojaba al aire como una pelota su gato, un siamés legítimo, verdadera niña de sus ojos. El cuaderno fué á parar con una gran carcajada en las narices del doctor, provocando por parte de éste una pirueta formidable en honor mío. Lo cierto es que durante una hora, estuvimos cometiendo las mayores extravagancias, con gran estupefacción de los vecinos á quienes atrajo el tumulto y que no sabían cómo explicarse la cosa, Yo recuerdo ape-