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LA ESTATUA DE SAL

mar muerto, terminando la narración con una historia que preocupó á Sosistrato.

—He visto los cadáveres de las ciudades malditas, dijo una noche á su huésped; he mirado humear el mar como una hornalla, y he contemplado lleno de espanto á la mujer de sal, la castigada esposa de Lot. La mujer está viva, hermano mío, y yo la he escuchado gemir y la he visto sudar al sol del mediodía.

—Cosa parecida cuenta Juvencus en su tratado De Sodoma, dijo en voz baja Sosistrato.

—Sí, conozco el pasaje, añadió el peregrino. Algo más definitivo hay en él todavía; y de ello resulta que la esposa de Lot ha seguido siendo fisiológicamente mujer. Yo he pensado que sería obra de caridad libertarla de su condena...

—Es la justicia de Dios, exclamó el solitario

—¿No vino Cristo á redimir también con su sacrificio los pecados del antiguo mundo?— replicó suavemente el viajero que parecía docto en letras sagradas. ¿Acaso el bautismo no lava igualmente el pecado contra la Ley que el pecado contra el Evangelio?...

Después de estas palabras, ambos se entregaron al sueño. Fué aquella la última noche que pasaron juntos. Al siguiente día el desconocido partió, llevando consigo la bendición de Sosistrato, y no