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LA METAMÚSICA

De pronto comprendí. En la común exaltación, habíasenos olvidado apagar la lámpara.

Iba á hacerlo, cuando Juan gritó enteramente arrebatado, entre un són estupendo del instrumento:

—Mira ahora!

Yo también lancé un grito, pues acababa de suceder algo terrible.

Una llama deslumbradora brotó del foco de la pantalla. Juan, con el pelo erizado, se puso de pie, espantoso. Sus ojos acababan de evaporarse como dos gotas de agua bajo aquel haz de dardos flamígeros, y él, insensible al dolor, radiante del ocura, exclamaba tendiéndome los brazos:

—¡La octava del sol, muchacho, la octava del sol!