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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO
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Andube á mi voluntá
Como moro sin señor—
Ese fué el tiempo mejor
Que yo he pasado tal vez—
De miedo de otro tutor.—
Ni aporté por lo del Juez—

«Yo cuidaré, me habia dicho,
«De lo de tu propiedá—
«Todo se conservará
«El vacuno y los rebaños
«Hasta que cumplás 30 años
«En que seas mayor de edá.—

Y aguardando que llegase
El tiempo que la ley fija—
Pobre como lagartija
Y sin respetar á naides,
Andube cruzando al aire
Como bola sin manija,

Me hice hombre de esa manera
Bajo el mas duro rigor—
Sufriendo tanto dolor
Muchas cosas aprendi:
Y por fin, vítima fui
Del mas desdichado amor.

De tantas alternativas
Esta es la parte peluda—
Infeliz y sin ayuda
Fué estremado mi delirio,
Y causaban mi martirio
Los desdenes de una viuda.

Llora el hombre ingratitudes
Sin tener un jundamento,
Acusa sin miramiento
A la que el mal le ocasiona,
Y tal vez en su persona
No hay ningun merecimiento.

Cuando yo mas padecia
La crueldá de mi destino—
Rogando al poder divino
Que del dolor me separe—
Me hablaron de un adivino
Que curaba esos pesares.—

Tuve recelos y miedos
Pero al fin me disolví—
Hice corage y me fuí
Donde el adivino estaba,
Y por ver si me curaba
Cuanto llevaba le dí.—

Me puse al contar mis penas
Mas colorao que un tomate—
Y se me añudó el gaznate
Cuando dijo el hermitaño—
«Hermano, le han hecho daño
«Y se lo han hecho en un mate.»

«Por verse libre de usté
«Lo habrán querido embrujar»
Despues me empezó á pasar
Una pluma de avestruz—
Y me dijo: «de la Cruz
«Recebí el don de curar.»

«Debés maldecir, me dijo,
«A todos tus conocidos»
«Ansina el que te ha ofendido
«Pronto estará descubierto—
«Y deben ser maldecidos
«Tanto vivos como muertos.»

Y me recetó que hincao
En un trapo de la viuda
Frente á una planta de ruda
Hiciera mis oraciones,
Diciendo, «no tengás duda
«Eso cura las pasiones.»

A la viuda en cuanto pude
Un trapo le manotié;—
Busqué la ruda y al pié
Puesto en cruz hice mi reso;
Pero, amigos, ni por eso
De mis males me curé.—

Me recetó otra ocasion
Que comiera abrojo chico—
El remedio no me esplico,
Mas por desechar el mal—
Al ñudo en un abrojal
Fí á ensangrentarme el hocico.

Y con tanta medecina
Me parecia que sanaba;—
Por momentos se aliviaba
Un poco mi padecer,
Mas si á la viuda encontraba
Volvia la pasion á arder.

Otra vez que consulté
Su saber estrordinario,
Recibió bien su salario,
Y me recetó aquel pillo
Que me colgase tres grillos,
Ensartaos como rosario.—

Por fin la última ocasion
Que por mi mal lo fí á ver—
Me dijo — «No, mi saber
«No ha perdido su virtú,
«Yo te daré la salú
«No triunfará esa muger.»