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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

En cuanto lo vio me dijo:
«Este no aguanta el sogazo—
«Muy poco le doy de plazo,
«Nos va á dar un espetáculo,
«Porqne debajo del brazo
«Le ha salido un tabernáculo.»

Dice el refran que en la tropa
Nunca falta un güey corneta—
Uno que estaba en la puerta
Le pegó el grito ay no mas:
«Tabernáculo..... que bruto,
Un tubérculo dirás»

Al verse ansi interrumpido
Al punto dijo el cantor:
«No me parece ocasion
«De meterse los de ajuera,
«Tabernáculo, señor,
«Le decia la culandrera.»

El de ajuera repitió
Dandole otro chaguarazo—
«Allá vá un nuevo bolazo
«Copo y se la gano en puerta:
«A las mugeres que curan
«Se les llama curanderas.»

No es bueno, dijo el cantor,
Muchas manos en un plato,
Y diré al que ese barato
Ha tomao de entremetido,
Que no creia haher venido
A hablar entre liberatos—

Y para seguir contando
La historia de mi tutor,
Le pediré á ese dotor
Que en mi inorancia me deje,
Pues siempre encuentra el que teje
Otro mejor tejedor.

Seguia enfermo como digo
Cada vez mas emperrao—
Yo estaba ya acobardao
Y lo espiaba dende lejos:
Era la boca del viejo.
La boca de un condenao:—

Alla pasamos los dos
Noches terribles de invierno—
El maldecia al Padre Eterno
Como á los santos benditos—
Pidiéndole al diablo á gritos
Que lo llevára al infierno.

Debe ser grande la culpa
Que á tal punto mortifica—
Cuando pia una reliquia
Se ponia como azogado,
Como si á un endemoniado
Le echáran agua bendita.

Nunca me le puse à tiro,
Pues era de mala entraña;
Y viendo heregia tamaña—
Si alguna cosa le daba,
De lejos se la alcanzaba
En la punta de una caña.

Será mejor, decia ya,
Que abandonado lo deje
Que blafeme y que se queje—
Y que siga de esta suerte,
Hasta que venga la muerte
Y cargue con este hereje.

Cuando ya no pudo hablar
Le até en la mano un cencerro—
Y al ver cercano su entierro,
Arañando las paredes
Espiró allí entre los perros
Y este servidor de ustedes.


17


Le cobré un miedo terrible
Despues que lo ví dijunto—
Llamé al Alcalde, y al punto,
Acompañado se vino
De tres ó cuatro vecinos
A arreglar aquel asunto.

«Anima bendita dijo,
«Un viejo medio ladiao—
«Que Dios lo haiga perdonao,
«Es todo cuanto deseo—
«Le conocí un pastoreo
«De terneritos robaos».

«Ansina es, dijo el Alcalde,
Con eso empezó á poblar—
Yo nunca podré olvidar
Las travesuras que hizo;
Hasta que al fin fué preciso
Que le privasen carniar».

«De mozo fué muy ginete
No lo bajaba un bagial—
Pa ensillar un animal
Sin necesitar de otro,
Se encerraba en el corral
Y allí galopiaba el potro».

«Se llevaba mal con todos—
Era su costumbre vieja
El mesturar las ovejas,
Pues al hacer el aparte
Sacaba la mejor parte
Y despues venia con quejas».