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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO
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Aquel bravo compañero
En mis brazos espiró;
Hombre que tanto sirvió,
Varon que fué tan prudente,
Por humano y por valiente
En el desierto murió.—

Y yo, con mis propias manos
Yo mesmo lo sepulté—
A Dios por su alma rogué
De dolor el pecho lleno—
Y humedeció aquel terreno
El llanto que redamé.

Cumplí con mi obligacion,
No hay falta de que me acuse,
Ni deber de que me escuse
Aunque de dolor sucumba—
Allá señala su tumba
Una cruz que yo le puse.


Martin Fierro meditando en la Tumba de su amigo Cruz


Andaba de toldo en toldo
Y todo me fastidiaba—
El pesar me dominaba
Y entregao al sentimiento,
Se me hacia cada momento
Oir á Cruz que me llamaba.

Cual mas, cual menos los criollos
Saben lo que es amargura—
En mi triste desventura
No encontraba otro consuelo
Que ir á tirarme en el suelo
Al lao de su sepoltura.

Alli pasaba las horas
Sin haber naides conmigo—
Teniendo á Dios por testigo—
Y mis pensamientos fijos
En mi muger y mis hijos,
En mi pago y en mi amigo.

Privado de tantos bienes
Y perdido en tierra agena—
Parece que se encadena
El tiempo y que no pasára,
Como si el sol se parára
A contemplar tanta pena.

Sin saber que hacer de mi
Y entregado á mi aflicion,
Estando alli una ocasion,
Del lado que venia el viento
Oi unos tristes lamentos
Que llamaron mi atencion.

No son raros los quejidos
En los toldos del salvage,
Pues aquel es vandalage
Donde no se arregla nada
Sino á lanza y puñalada
A bolazos y á corage.