Página:La voz del Nilo (1915).djvu/94

Esta página ha sido corregida
— 90 —

de la brecha de Freab una mano de oro, como en un blasón, sostenía una rosa. Cuando los caballeros volvieron a la corte, ya Alab sabía por los heraldos los lances del asalto. Se puso en pie e hizo adelantar a su hermana Zoleima, cuya cabellera rozaba el suelo. Hierática como estatua egipcia, hundiendo impasible su mano de oro en esa sedosa cascada negra, exclamó : oUna mirada, en seguida una sonrisa, después una palabra, una promesa...» Su voz se hizo ininteligible, e Ipardis continuó : «Y un encuentro con la muerte.» Era la verdad ; la flor estaba impregnada de veneno.

«Eeina — prorrumpió el mago, — tus ojos no arrojarán luz jubilosa, tu vida no matará el hastío, hasta que tus manos de oro no tengan un cetro hecho con rayos de sol...»

«¿Y es eso posible?» — preguntó Alab, pronta a pedir su conquista.

«Es posible ; si tienes valor — respondió Ipardis, tocando con el pie a Ebn el Togras — ve a buscar a orillas del Kaussuar el alma de este muerto.»