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El huye y deja a la reina absorta y se lleva por delante al poeta italiano :

«Ea — le grita, — ahí te esperan.»

«¿Quién?» — pregunta el aludido.

«¡ Ah ! — exclama el compañero de éste, — si al menos tus labios respondieran : el reposo, oh blanco personaje caído cual un ópalo de la luna !»

«Y tú, que me conoces, ¿de dónde vienes?» — inquiere Pierrot.

«Vengóme riendo — responde el grave y hermoso hombre — de oir a Petrarca desconsolado, pues cree que el soneto no es una bella forma de poesía. Vengo de recorrer los museos del Mundo y de mirar los cuadros de los últimos siglos, y me parece que todos los concebí, y como eso ya está creado, busco lo que aun falta al hombre, pero que está en lo Infinito...»

El violento zigzagueo de un relámpago corta el discurso de Leonardo ; restalla un trueno y aparece Moisés en una nube : Pierrot cree despertar de un sueño ; deja de verlo y se restrega los ojos.

Un hombre vestido de frac dice a un turco de fez y estambulina :

«Sí, vuestro Abdul es un Nerón ; pero ¡ qué queréis ! después de vivir medio siglo en una