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y queriendo para ello desgarrar sus pesados ropajes de corte. Las patricias venecianas caen por sus tacones dobles de fierro, al esbozar las reverencias de una gavota. Krysé dirige un grupo de griegas arrebatadas en valses frenéticos, y manolas de Goya y de Fortuny quítanse claveles del pecho, poniéndose nenúfares en la frente, para danzar en honor de Minerva. Las Nereidas dan gritos espantosos viendo a las Walquirias, triunfales entre las nubes, azotadas por los vientos ; y las Walquirias lloran lágrimas de mujer, porque no pueden sumergirse en las olas y traer en los corales el sol desconocido del océano. Las WiUis quieren prostituirse con los faunos ; mas éstos las rechazan, persiguiendo a las ninfas, que huyen, cubriéndose con los velos de las castas hijas de la Selva Negra.

Pierrot se pregunta qué habrá más lejos, en los cuadros que sus ojos no dominan : cuántos contradictorios descontentos y cuántos anhelos febricientes. De pronto oye la voz de Semíramis :

«Pierrot mío — suspira, — acabo de abandonar al tigre, amante que elegí hastiada de los hombres : dime tú si podrás amarme, como Fidursi me ha contado que un Petrarca amó a su Laura.»